El “Petro venezolano”: una moneda virtual para una economía en apuros
Sumamos conocimientos e innovación para impulsar el desarrollo económico
En plena efervescencia de la más popular y primigenia criptomoneda, el Bitcoin, Nicolás Maduro anuncia la creación del “Petro” como moneda virtual del país, siendo así la primera que podría calificarse como criptodivisa soberana y, también, la primera de este tipo de monedas “virtuales” que estaría respaldada por activos tangibles reales (petróleo, reservas nacionales de oro, gas y diamantes).
Desde un punto de vista imparcial y objetivo, resulta interesante conocer este planteamiento, más aun, después de varias décadas del abandono del patrón oro, es decir, de la posibilidad de cambiar una divisa por el valor del oro que la respaldaba, y acostumbrados ya a entender que las monedas actuales son fiduciarias; es decir, que su valor está respaldado por la confianza depositada en el valor de la misma, por lo que se llama también dinero “fiat” basado en la fe sobre el valor y la “reputación económica” del emisor.
La ingeniería monetaria basada en la tecnología blockchain (cadenas de bloques) permite el fácil lanzamiento de criptomonedas y ofrece opciones de todo tipo para empresas, asociaciones, instituciones o Estados. En éste último caso, cabe decir que, también otros países están valorando contar con criptomonedas (Rusia, Dubai o Estonia) y que los principales bancos centrales del mundo están analizando este fenómeno, sus implicaciones y su previsible viabilidad en pocos años, con una creciente intención de supresión del dinero físico. Actualmente, hay aproximadamente 700 criptomonedas circulando en el mundo; si bien, Bitcoin y, a distancia, Ether son las más populares.
Ahora bien, en el caso de Venezuela, la razón del lanzamiento no radica en la búsqueda de una imagen innovadora ni en un planteamiento disruptor o, quizá, romántico que idolatra la criptomoneda como bandera de la independencia del centralismo económico o del sometimiento al convencionalismo monetario internacional mayoritariamente “dolariano”, aparte de otras apreciaciones anarco-económicas que un creciente número de ciudadanos atribuye erróneamente a la economía colaborativa. No, la propuesta del Petro venezolano responde a la necesidad de contar con un medio de pago ajeno a las paridades oficiales con otras divisas, que pretende hacer posible la importación-exportación de activos sin depender de las monedas fuertes requeridas en el comercio internacional (principalmente el US Dollar). Ahora bien, para que el invento funcione, requiere, como ocurre en toda moneda, que sea capaz de generar aceptación y confianza en ella por parte de los sujetos que intervienen en las transacciones, además de que la parte tecnológica también funcione, es decir, que exista un sistema de verificación a cargo de los “nodos” que configuran el sistema distribuido en el que se basa la tecnología de estas monedas.
Está claro que la necesidad obliga a desplegar el ingenio, pero éste necesita de la fe de los usuarios finales y, quizá por ello, se ha considerado la necesidad de crear esta criptomoneda virtual con un respaldo real basado en la hipotética convertibilidad de los registros criptográficos en activos tangibles representados por materias primas, dado que la fe soberana en la economía venezolana está resquebrajada, como deja patente la tasa de inflación del 650% anual que castiga al país, otrora “Suiza del Caribe” y tierra de provisión para miles de inmigrantes durante las décadas de los cincuenta a los setenta del siglo pasado.
Aunque técnicamente pueda ser perfecta, la confianza en la moneda es esencial y ello despierta muchas incógnitas. Una de ellas es saber cómo se realizaría, por ejemplo, la conversión del valor encriptado a barriles de petróleo de las reservas del área del Rio Orinoco y quién custodia y dónde el oro o los diamantes que sustentan su valor que ya se ha anunciado por parte de los dirigentes venezolanos que en breve comenzará su certificación.
La principal finalidad de esta novedad soberana en política monetaria es burlar el bloqueo económico de Estados Unidos (emisor de la divisa indiscutible en el comercio internacional) que incluye la prohibición de realizar transacciones con títulos de deuda o con acciones emitidas por el gobierno venezolano o por la potente compañía petrolera estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA).
Otra cuestión de fondo es saber si el ciudadano medio puede confiar en una criptomoneda respaldada por un emisor soberano que en este caso controla y puede manipular su creación y desarrollo, quebrando así el sistema distribuido, colaborativo y de confianza respaldado por los múltiples nodos verificadores de la veracidad de las transacciones; es decir, aquello que fundamenta la filosofía y modus operandi de una red blockchain genuina.
Tecnología y poder, un binomio habitual ahora presente en la política monetaria soberana y consecuencia natural de una evolución del concepto de dinero que se antoja diferente en una sociedad inteligente e interconectada globalmente.