"Por qué una recesión, si podemos evitarla". Por Bienvenido Pascual, consejero de FIFED

 

Sumamos conocimientos e innovación para impulsar el desarrollo económico

 
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Toda mi vida he dedicado tiempo a leer y reflexionar sobre la economía, sus “leyes” e instituciones. El tiempo que mi trabajo por cuenta ajena en la Administración me permitía, que no era mucho, a pesar de ser un funcionario “holgazán”, según un tópico muy extendido en el sector privado de la economía.

He visto desarrollos teóricos y matemáticos de toda índole -algunos buenos y certeros- y otros que se pueden agrupar bajo la categoría de “absurdas modelizaciones” sin pies ni cabeza, cuya virtualidad se acababa en la imposibilidad de profundizar más en la línea que proponían porque el aparato formal no daba más de sí, bien por escasez de datos, bien por imposibilidad de comprobar en la práctica las conclusiones formales que se derivaban del modelo, que partían de axiomas y premisas muy discutibles.

Esta crisis pandémica me ha ofrecido la posibilidad de reflexionar aún más profundamente sobre la escasa inteligencia colectiva mostrada por nosotros y nuestros contemporáneos.

En un chat tecnológico al que pertenezco, al igual que algunos de vosotros, he colgado unas reflexiones que deseo compartir. Bueno, más que una reflexión, es un experimento mental del tipo que los físicos teóricos realizan para construir modelos que expliquen las incógnitas del universo no visible.

Imaginemos, decía en el chat, que la totalidad de la humanidad contemporánea, con todo su conocimiento acumulado, pero nada más, es transportada en naves y aterriza en un planeta desierto. Durante muchos años reinaría la escasez, hasta que se pudieran construir herramientas de todo tipo y levantar edificios, fábricas, extraer de la tierra materiales y alimentos en cantidades suficientes y construir redes de comunicación físicas y virtuales. Es más, es probable que algunos de los conocimientos se perdieran por falta de medios para su transmisión efectiva, pues las necesidades de supervivencia dejarían poco espacio temporal para la educación.

Supongamos a continuación que dichas naves aterrizan en un planeta vacío de habitantes, pero poblado de fábricas, elementos residenciales, reservorios de energía y de materias primas, así como provisto de una red activa de comunicación digital y muchos elementos de Inteligencia Artificial (IA). La atmósfera del planeta no podría sufrir alteraciones significativas, pues eso destruiría las posibilidades de supervivencia. Las personas transportadas exigirían a sus comandantes que diseñaran un entramado social eficiente que organizara la producción y las instituciones colectivas necesarias. En muy poco tiempo, los humanos instalados en este planeta gozarían de muchos recursos de consumo y podrían llevar una vida muy desarrollada, en el que todos habitarían una casa y tendrían acceso al consumo, a la educación, a una atmósfera limpia y a una residencia suficientemente capaz para cubrir sus necesidades habitacionales. Si algún grupo quedara excluido de habitación, trabajo o derecho al consumo de bienes, preguntarían a los comandantes, con toda la razón, por qué ellos han sido excluidos.

Lo anterior me conduce a pensar que somos presas de un pobre, pobrísimo, diseño institucional muy ineficiente en términos globales. Con la actual crisis sanitaria se habla de guerra, pero una guerra acarrea la destrucción masiva de activos físicos y humanos y no la hay, excepto en algunos puntos del planeta (Siria, Libia, Sudán, Afganistán…). La actual crisis pandémica no destruye activos físicos -más bien sirve para poner de manifiesto insuficiencias sanitarias y de otra índole- ni hay destrucción masiva de recursos humanos, aunque sí de personas, que inflige dolor a familiares y amigos. Se habla de inevitable recesión. ¿Por qué, me pregunto?

Imaginemos ahora que, simultáneamente, los habitantes de otro planeta, exactamente igual de desarrollado que el nuestro, hubieran aterrizado en el planeta desierto antes mencionado. Muy probablemente, si pudieran comunicarse con nosotros, envidiarían nuestra suerte, ya que únicamente poniéndose a trabajar de inmediato de forma organizada tendrían acceso a una gran cantidad de bienes, sin necesidad de hacer sacrificios. Muy posiblemente, se quedarían asombrados si nos pudieran contemplar hundidos en la miseria y la recesión por no saber organizarnos.

Esta es mi reflexión y experimento mental, queridos amigos y colegas. Es una reflexión estúpida, lo sé, pero recordad que es un niño quien, en el cuento del Emperador Desnudo, descubre el engaño.

Bienvenido Pascual Encuentra es miembro del Consejo Profesional de FIFED.